EL FARO LITERARIO
JOSÉ SILES GONZÁLEZ
Reseña de El desamparo del tabú en flor en Poemame.com
José Luis Rico Recitando poemas de El Desamparo del Tabú en Flor
Reseña de Joaquín Juan-Penalva del Desamparo del Tabú en Flor
Foto aportada por mi amigo y poeta Antonio Marín Albalate.
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Nuevo poemario: El desamparo del tabú en flor
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Encabezado 1
Reseña de Antonio Marín Albalate en "El Coloquio de los perros
JOSÉ SILES. LA ESTRUCTURA DEL AIRE Y OTROS POEMAS INVERTEBRADOS (Verbum, Madrid, 2019)
por ANTONIO MARÍN ALBALATE
Aunque ya se sabe, no es malo hacer memoria de cuanto ha dejado escrito nuestro invitado. Recordemos en narrativa: Resaca estigia, La última noche de Erik Bicarbonato, El hermeneuta insepulto, El latigazo, La delirante travesía del soldador borracho, La utopía reptante, La Venus de Donegal, Kartápolis… Y en poesía: Protocolo del hastío, El sentido del navegante, La sal del tiempo, Los tripulantes del Líricus y este La estructura del aire y otros poemas invertebrados del que Francisco Herrera Rodríguez, autor del brillante prólogo, viene a decirnos acerca de él y su autor, al que nombra Persiles, que: Persiles vino al mundo en un puerto fenicio. El salitre del mediterráneo oreaba el año 1957 y aún se guardaban en las cómodas las cartillas de racionamiento por si acaso las costuras del hambre reventaban en otro hoguerón de revanchas insaciables. El niño con las rodillas desolladas daba patadas inmisericordes a las latas que arrastraba el levante, metiendo goles soñados e imposibles. Persiles bajaba a la calle con la peseta materna y la toalla en la mano para comprar el hielo, ese hielo duro y blanco que roto a trozos conservaba como podía los alimentos en neveras amarillentas y de bisagras oxidadas. En los días de amígdalas y fiebre sacaba la caja de cartón de los tebeos, siempre los mismos, pero en cada postración sin colegio parecía que contenían historias nunca leídas. Luego se pobló la casa con los ruidos y luces de un artefacto con carta de ajuste que solo entendía ese hombre sabio que siempre venía por las tardes a orientar las veletas de las azoteas, a lo justo para escuchar los tiros virginianos y ver las colisiones submarinas. Pero la calle tiraba del niño Persiles, solitario, buscador temprano de muelles, de barcos y de marineros de miradas tristes y anises peleones en el aliento. Luego de vuelta a casa el niño miraba las estrellas detrás de los visillos y escuchaba las voces de los vecinos que codificaban su destino entre los cacharros de las cocinas y las luces de los patios. Así nació el poeta Persiles, en una Kartápolis de piteras ardientes, luces doradas, iglesias ultramarinas, edificios oficiales de navegantes y barcos de toda índole, algunos con no muy buenas intenciones [...] Persiles añora la vida y añora el bálsamo de la muerte, amarrado al último noray, con alma de cardiópata, escucha de pronto que alguien que está en la platea, entre el público, escuchando sus versos, le pregunta: Persiles. ¿es usted un poeta posnovísimo? Y él con el sombrero ligeramente ladeado, la barba rala y cana, la pose tímida y romántica, con el alma de los poetas malditos y mitómanos, responde airado: ¡Qué sé yo, señora, pregúnteselo usted a Luis Antonio de Villena! Solo sé que mañana será otro día y tampoco de eso estoy muy seguro.
Persiles, por Siles y por vosotros, digo yo que a este libro, mortal y tricolor en su portada, se entra por la orilla del aire, «suspirando despedidas», para hablar de la vida de la muerte y de que el aire «carece de sentido del humor / aunque provoque situaciones grotescas / y a veces dantescas», aunque no así Eolo, su hijo díscolo que «disfruta especialmente / levantándoles las faldas acampanadas a las hetairas atenienses»… Faldas acampanadas, pantalones de campana, año 73, Albert Hammond cantando aquello de nunca llueve al sur de California y Pepe Siles, el poeta, escribiéndolo 46 años después. Pepe el de la Resaca estigia, cuando los años dorados de El Arlequín en aquella Kartápolis ochentera, que recupera en un poema así llamado, ‘Resaca estigia’, para espetarnos: «He aquí / la apacible miseria del olvido / que provoca el desvarío reposado»… Pepe dedicándole a Encarni (su mujer) el poema porvenir «donde todo el pasado es… y fue / porvenir»; y dedicándome a mí, honor inmerecido, su allegro non molto de especies y especias impostadas «sin pastos para alimentar el adiós / sin memoria para saborear la canela / sin ruidos para cantarle al comino». Pepe hablándonos de «labios lentos, locos y liberales / menores, mayores, medio pensionistas», mientras piensa que mañana será otro día para comprar «kilo y cuarto de tinieblas sin grasa». Pepe acordándose del principio y fin de un sueño de verano, mientras suena Georgie Dann, y acordándose también de una puta portuaria, honoris causa en cosas de la vida, mientras suena ahora, quizá cantando «una ladilla tengo en el alma», nuestro albántico Aute. Pepe el de la divina tristeza de blues lunar y azul trotskista.
En este poemario habitan personajes amargos como El Malaire, «estibador jubilado del puerto», y habita la filosofía de quien sabe que «un marinero de noche y sin bares en el horizonte / acaba sediento y desorientado como un náufrago» que habita la nada, «la nada, siempre la nada», para que el poeta alabe «el valor / inútil de los fracasados». Personajes de cine o de canción como Pericles “el perfumao” (‘Rey del pachuli’) que bien hubiera podido firmar otro rey, el del rocanrol más chuli y cheli, Ramón Ramoncín. Personajes entrañables como la proverbial Charito camino de su baño nocturno, «allá en sus bloques de San Pedro».
Este libro también está atravesado por el aire de pérdidas como la de Enrique Cerdán Tato, «el domador de cobras, un veterano en el arte de hacerlas bailar»; Alfonso Lorente, llorado amigo, en el poema que da título a este libro, «continente / que acoge el polvo dorado y / que, zarandeándolo siglo tras siglo, lo transforma en polvareda»; Bartolomé Nieto “Tolo”, otro más que lamentar (¡demasiados ya!), quien (estoy seguro) habría disfrutado con el poema que le dedica, desde su altura de acólito del aire: «cuando la humanidad entera disfrute / tomando pastillas de alfalfa […] cuando los sectarios abandonen sus dogmas / adoptando la flexibilidad del junco / cuando haya una pertinaz sequía de guerras / pacificando un mundo cada vez más sediento de concordia / Entonces y sólo entonces / habrá llegado el momento final / y todos mirarán al cielo / y verán un firmamento azul jaspeado / que nadie jamás había divisado anteriormente / La gloria, esa gran ignorada /por una muchedumbre que no sabía mirar a lo alto».
Atrave(r)sado, cómo no, por su in memoriam a los tripulantes del Líricus «un desvencijado navío hundido la noche más tempestuosa en Cabo de Hornos», «ron, ron, ron, la botella de ron». Y su recuerdo al irrepetible Javier Krahe, desde el poema no todo va a ser respirar: «de vez en cuando para hacerse una idea del gozo / y antes de expirar / hay que follar». Follar, sí, follar todo lo que se pueda antes de que llegue la suerodependencia y alguien nos «conmine a la sumisión / de la mansedumbre… de los que han llegado a su destino / la sumisión… de los derrotados tras mucha gresca».
De este libro, mortal y tricolor, se sale sin hueso alguno, invertebrado y converso por el aire. De este libro se sale por la puerta del universo que lo habita (no hay otra), herido de belleza entre odas y adioses con la amarilla metralla de sus versos, misiles de largo alcance, de este poeta airoso llamado Pepe Siles el de la barba a babor.
Oh, mío Pepe, el de la barba a babor
como Pablo Guerrero quiso cantar
para que lo cante yo.
Navegante vosotros,
diciéndolo sigo:
soy un polizón.
Nuevo poemario: (2019). "La estructura del aire" Madrid: Verbum
Reseña de Francisco J. Díez de Revenga en "La Opinión"
RESEÑA
EN "lA vERDAD"
DE aNTONIO pARRA
Poemas publicados en la revista "Arquitrave"
BAQUIANA – Año XVII / Nº 97 – 98 / Enero –
Junio 2016 (Poesía VI)
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DESPEDIDA DESDE EL ROMPEOLAS
Desde el rompeolas del faro
de la Curra
saludan las mujeres y los viejos,
salpicados por un bullicio de inquieta
prole,
el paso del Líricus
en su lento navegar hacia
los puertos más lejanos,
aquellos cuyas luminarias
orientan a los marinos allá
… donde las antípodas.
A BORDO DEL LÍRICUS
A bordo del Líricus
has hecho visibles tus sentimientos
a tu tripulación…,
en todos los idiomas.
A bordo del Líricus
has arribado a tantos puertos
como culturas dicen los filisteos
que, a pesar del deslizamiento ingrávido de los tiempos,
siguen poblando la tierra.
A bordo del Líricus
has escrito poemas atiborrados
de pescuezo y alcohol de puta portuaria,
ese gremio de diosas encalladas
en los adoquines más afligidos
del muelle,
y de las que bebiste
el licor de salitre añejo.
A bordo del Líricus
has desnudado tal cúmulo de recuerdos,
has arribado a tantos puertos,
has escrito poemas tan atiborrados
de sentimientos, puertos y arias;
que ningún hermeneuta de la academia
osa urdir etiquetas
en las que encasillar la ira
que te inspira,
la clasificación de tu existencia navegante.
La ordenación de tus cuitas,
dada la múltiple pleura de sus aires
extracontinentales,
transmarinos,
interoceánicos y…,
sobre todo múltiples;
les causa un pavor antiguo para el que
no hay antídoto.
Mientras, siempre mientras,
tus dudas,
a bordo del Líricus,
se ahogan en mil mares
orinados por un ejército indisciplinado
de héroes incontinentes.
TURBACIÓN ILEGÍTIMA
Como escuece la pena
cuando es tan desordenada
y surge sin lema,
súbita, sin avisar,
sin forma,
sin color,
tan inacabada,
que se confunde,
se esparce
… y nos turba.
TODO
Todo siguió igual,
Todo quedó bajo los escombros,
Todo se apartó del tiempo,
Todo se hizo carne después del verbo,
Todo…
Bajo la gran sepultura colectiva.
Todo quedó abandonado,
Todo se acostumbró a la nada,
Todo se fue pudriendo,
Todo alcanzó el contraste mate del hueso,
Todo…
Tras la huida de la última brisa.
Todo se fue olvidando,
Todo lo que disfrutaron los sepultados,
Todo el anhelo respirado,
Todo el álbum de fotos sin caras,
Todo…
Sin más recuerdo que un adiós marchito.
Todo se desconectó,
Todo recibo fue devuelto,
Todo domicilio deshabitado,
Todo visitante despedido,
Todo…
Hasta la noche de los tiempos.
Todo vuelve para perderse,
Todo siempre todo,
Todo llegando al final de todo,
Todo en un acabarse sin fin,
Todo…
Después del último acto.
Bajo la gran sepultura de todo,
Tras la huida de todo,
Sin más recuerdo de todo,
Hasta la noche de todo,
Después del último todo.
ANTES DEL OLVIDO
Antes de recordar cómo cosían las criadas
en los callejones mostrando sus delantales.
Antes de que alumbrara el sol todos los amaneceres
y se transformara en juez de la noche y el día,
antes del mismísimo parto original
que multiplicó los seres, los panes y los peces.
Antes de vestirme con sus palabras
para desnudarla con mi voz,